miércoles, 20 de febrero de 2013

Qué activo está el Diablo... ¡Véncele con toda la omnipotencia de Dios!

El domingo meditábamos en la Misa sobre las tentaciones de Jesús y todos los curas de la parroquia, entre otras cosas, hablábamos de la existencia real de un ser personal, de naturaleza angélica, enemigo del hombre, que quiere nuestra perdición e influye en nuestro interior con tentaciones, pero no puede anular nuestra voluntad, aunque sí mermarla por la repetición de pecados, al que la Iglesia llama Satanás o Diablo (el que divide, el que rompe...)

Más o menos, veníamos a explicar el proceso de la tentación y cómo influye el Diablo y cuánta guerra tenemos que presentar al pecado... Pues bien, al hablar de los efectos del pecado sobre nuestra vida venían algunos a confesarse... ¡Pobrecitos! Cuánto daño nos hace el Diablo, cuántas vidas rotas... Me daban ganas de llorar y de reír. Llorar por ver el sufrimiento de una humanidad lejos de Dios; de reír al comprobar cómo Dios rompe nuestras cadenas y nos libera especialmente a través de los sacramentos. Dios no se ata a la economía sacramental, tiene modos y caminos que no conocemos para llegar a sanar a cada uno, si nos dejamos, pero es evidente que a través de los sacramentos es su especialidad. ¡Cuántas personas recuperan la alegría y la esperanza de que es posible vivir de otro modo gracias a la experiencia de la confesión!

Y me daba cuenta del tremendo influjo, de la saña, del odio, de la manipulación que el Diablo vierte sobre los hijos de Dios. ¡Qué activo está el Diablo en nuestro días! ¡Cómo trata de perdernos a todos! Y sin embargo, está encadenado, pero por la soberbia del mundo, cuántas personas y cuántos cristianos le rondan pensando que no necesitan a Dios, creyendo ser autosuficientes. Planeando sus vidas no sólo al margen de Dios, sino incluso contra Dios y siguen yendo a Misa, y siguen comulgando sin pensar que no importa a cuántas Misas vayas, sino que realmente quieras cumplir su Voluntad.

Y también cuántas personas hay que simplemente por dejar la oración y la dirección espiritual van cayendo por un plano inclinado hasta que al final pierden todo gusto por la convivencia con Dios y acaban renunciando a todo por conformarse con los espejuelos estúpidos que les ofrece el Diablo. ¡Cuánta gente piensa que hacer lo que les de la gana les va a liberar de angustias! Sólo para descubrir horrorizados que han perdido todo lo que merecía la pena en sus vidas.

¿Por qué tenemos que tocar fondo para fiarnos de Dios? ¿por qué tenemos que perderlo todo siguiendo la tentación para descubrir que no nos lleva a nada bueno? ¿por qué pensamos que nuestro Padre Dios es un ogro que no nos quiere?

Muchas veces nos olvidamos que si no luchamos contra nuestros pecados el diablo sigue amarrándonos, influyendo en nuestra voluntad. No basta confesarse, es necesario poner los medios para evitar el pecado. Tiene dos poderosos secuaces: el mundo y nuestra propia debilidad (lo que siempre se ha llamado la "carne"). No os dejéis influir por lo que está de moda, por lo que piensa la sociedad, por el mal llamado "sentido común".

Hoy por hoy, parece como que Satanás estuviera más activo que nunca. ¡Qué horror! Cuántas vidas deshechas y lo que más le interesa son los consagrados, de un modo muy especial los sacerdotes dedicados al apostolado y las familias, especialísimamente va detrás de la mujer.

¡Qué fácil es evitar sus asechanzas! Basta con ceñirse a los sacramentos, la dirección espiritual, la oración y una vida limpia y sencilla. No os compliquéis la vida. Dios puede mucho más que el enemigo, pero no podemos dejarnos atrapar, no podemos acercarnos a él. No seas valiente con el enemigo, huye de él, escóndete en los brazos de tu Padre y vive sin miedo que tu Padre nunca le permitirá que te haga daño. ¡Eres hijo de Dios! ¿a quién vas a temer? Lo único que debemos temer es a la locura de nuestra soberbia cuando clamamos por recuperar nuestros fueros.

No hay nada que odie más Satanás que la sencillez y la humildad, salvo claro está lo mucho que nos Ama Dios. ¡Eso no lo puede soportar!. Agárrate a la mano de María que es la que mejor personifica todo lo que Satanás no puede soportar y vive con mucha paz, sin ningún miedo. ¡Estás en buenas manos!

Si te das cuenta en el rezo del Rosario se dan estas cosas que tanto odia el enemigo: lo primero, la razón por la que rezas el Rosario no es porque sea una oración súper original que te aporte grandes sentimientos, sino pura y llanamente por un cariño gratuito a la Virgen. Comienzas desgranando Avemarías casi como un sacrificio a María y poco a poco te vas encariñando con una oración sencilla, muy humilde, alejada de grandes teologías (como diría Carlos Sainz o Luis Moya: "a ras"). Una oración repetitiva, que poco a poco va calando en el corazón, como una fina llovizna que empapa la tierra.

Es una oración que sólo comprenden los humildes. el soberbio en seguida quiere sentirse importante y al poco tiempo comenzará a sustituirla por una contemplación en la que se pueda escuchar a sí mismo impartiendo preciosos discursos y enseñanzas. El humilde sabe que cada Avemaría es una rosa para nuestra Madre, una espina menos, una simple sonrisa. el soberbio empieza a plantearse que es una pérdida de tiempo, que hay cosas mejores y más importantes que hacer. "He oído, me han dicho, un cura me explicó..." Excusas baratas que se lleva el viento.

Una oración que rezas simplemente porque lo ha pedido María y sabes que es su preferida... Por eso son los cañones de Navarone de la gracia de Dios. Es un arma poderosísima. Una canción que me cantaba mi padre al despertarme los domingos decía: "El demonio al oído te está diciendo: <>".

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